En nuestro mercado central de Linares, a un costado de la pescadería que hay por calle Chacabuco, atiende Teresa Alarcón. Ella es a quien buscas si necesitas arreglar un reloj. Con una sonrisa amplia y de dientes perfectos, atiende detrás de su mesón de madera. Ella heredó el oficio de su papá, Óscar, y lleva ya unos once años reparando, limpiando o cambiando pilas de relojes.

Esta en su plenitud bordeando los 47 años , aunque parece más joven. Es delgada, viste entera de negro, botas de taco y chaqueta ajustada. Lleva las uñas pintadas con glitter, argollas grandes y brillantes y los ojos perfectamente delineados.

 Su lugar de trabajo es un escritorio de madera, con cajones a ambos lados de la silla. Al igual que los relojes que tiene encima, el mueble debe tener al menos media década. De la muralla, bien alto, cuelga un Jesús en la cruz.

Dice que este oficio es lo que le llama la atención, lo que le gusta hacer. Aunque al principio no fue fácil, porque a sus clientes les costó hacerse la idea de que una mujer también puede ser relojera. En su rubro, solo se ven hombre. Hasta que apareció ella. Incluso cuenta de un hombre que no quiso dejar su reloj, “porque las mujeres lindas no son inteligentes”.